El dolor y el amor

Principio y fundamento (ejercicios de san Ignacio): amar a Dios, servirle y toda otra cosa solo en tanto en cuanto me acerca o me aleja de este mi único fin. La mirada de Jesús es nuestro fundamento. Sin esa mirada, esa llamada, nuestra vida pierde sentido. Pero no es menos cierto que en el seguimiento de Jesús, una gran dificultad es la Cruz.

La actitud constante de Jesús era la serenidad y el gozo, en su vida habitual. Esta es una actitud en la que hemos ido a menos. Hoy los cristianos están más tristes, se quejan más. Quizá sufren más o quizá aman más. Pero el hecho es que transparentan menos la actitud esa de Jesús: ‘en aquél mismo momento se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra,…’ Actitud habitual de Jesús: la de dar gracias, lleno del Espíritu Santo, lleno de gozo. Hay muchas actitudes que nos deben producir alegría: la vida, la fe, estos encuentros con el Señor. Y deberíamos vivir de esas realidades, con la sencillez con la que Jesús lo hace. ‘Ocultaste esto a los sabios y entendidos y se lo revelas a los pequeños’. A los humildes. La clave de la existencia de Jesús estaba en el cumplimiento de la voluntad de Dios (yo para esto he venido al mundo). Se alegraba cuando veía que se iba realizando el Reino de Dios. Y la actitud con la que se acerca al mundo del dolor es exquisita. Le era familiar el mundo del dolor. No se extrañaba. Con el hijo de la viuda de Naím, o con el ciego, con la multitud abandonada que andan como ovejas sin pastor. Tiene una gran capacidad de sufrir, y se da cuenta de estos sufrimientos.

Especialmente vamos a destacar alguno.

¿Por qué sufrimos cuando sufrimos? ¿por quién sufrimos cuando sufrimos?

40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Encolerizado, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» 45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Mc 1)

No le deja indiferente el dolor de aquella persona. No pasa de puntitas por encima del dolor de los hermanos. Nuestra sociedad tiene muy pocas entrañas de misericordia. Y lo decimos de muchas maneras:

-        Cada uno va a lo suyo

-        Si tu no das te dan dos veces

-        Piensa mal y acertarás

-        la diferencia entre ser tonto y ser bueno es muy sutil

Vamos fabricando lemas populares de gran arraigo para justificar en definitiva tener un corazón endurecido. Jesús que está lleno de gozo se acerca al leproso, al pequeño, a la mujer pecadora, comprende a los discípulos que le abandonan. La dureza del corazón de muchos es otra fuente de sufrimiento. Ver la actitud de los fariseos. No es indignación lo que siente, es dolor. Se extraña. Y luego cuando lo tiene que aceptar porque no le queda más remedio, sufre por ello. Es el momento en que está curando en sábado:

Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle. (Mc 3)

En los diálogos que mantiene con los fariseos muy a menudo sale este sentimiento. Incluso llora por Jerusalén.

Jesús sufre por muchas de las cosas por las que también podemos sufrir nosotros. A menudo nos sentimos mal interpretados. Hay buena intención, pero no te entienden. O no te explicas, da igual. Ven ambición donde a lo mejor hay desprendimiento. Ven rigidez en lo que pretendes que sea coherencia. Ven favoritismo donde quieres que haya equidad.

Nos debe doler ver la ceguera de tantos. Más que enfadarnos. Incluso es una fuente de oración. En vez de lamentarnos, vamos a encomendar a estos hermanos.

La fe es un don de Dios o sea que no hay que enorgullecerse de ella. Sino tener pena, lástima como tenía Jesús.

Otra fuente de dolor es la agresividad que muchos tuvieron y siguen teniendo por el mensaje de Jesús. A nosotros también nos perseguirán.

22 Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno.23 Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. 24 Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.» 25 Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. 28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.» 31 Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. 32 Jesús les dijo: «Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?» 33 Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.» 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? 35 Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios -y no puede fallar la Escritura- 36 a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: `Yo soy Hijo de Dios'? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38 pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre.» 39 Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos.

Hay personas que se sienten profetas y se sienten perseguidas, y hacen un drama interior. y pierden la paz y la hacen perder. Hay quien lo contrario, rehuye siempre el conflicto. ‘Lo importante es la paz’. Temperamentos cómodos. Jesús no busca el conflicto pero no rehuye el conflicto. Lo afronta con firmeza y con fidelidad si es que es fruto del cumplimiento de la voluntad del Padre.

Otra fuente de dolor fue el rechazo de los suyos. De aquéllos de los que esperaba más. ¡Cómo nos duele a nosotros el desamor de los hijos! Jesús quiso pasar por ahí. Por el rechazo de su persona por parte de los justos. De los que supuestamente deberían tener más obligación de quererle. Muchos judíos iban a casa de María. En Betania. Y Jesús iba a menudo.

45 Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el sumo sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación 52 - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.53 Desde este día, decidieron darle muerte. 54 Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y allí residía con sus discípulos. (Jn 11)

Ese es otro tipo de dolor el de la persecución de los ‘buenos’. No hay motivo por el que deban rechazarte pero así lo hacen.

Los doctores de la ley no le escuchan.

Y luego por fin, el abandono de los suyos. Pedro le dijo que le seguiría hasta la muerte.

66 Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él.67 Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» 68 Le respondió Simón Pedro: «Señor,  ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras  de vida eterna, 69 y nosotros creemos  y sabemos que tú eres el Santo de Dios.» 70 Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo.» 71 Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce. (Jn 6)

Y el abandono de su Padre. Debió ser lo que más le hizo sufrir. Previsto desde la oración del huerto.

34 A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?», -que quiere decir- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» 35 Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.»

Es lo que entonces sentía. Lo que le angustiaba en Getsemaní, era esto. El cumplimiento de la voluntad de Dios se le hace amargo y difícil, porque no encuentra a Dios. Es impresionante que el Padre hace pecado a su Hijo. En Él nos ve a nosotros. Y hay una distancia interior entre su voluntad humana que se resiste a la pasión, y el cumplimiento de la voluntad de Dios.

‘Tengo una tristeza hasta morir’ dirá. Sin llegar a ese extremo, Dios hace a veces silencio en nuestras vidas. Y no le encontramos. Por apego a nuestros criterios, por rutina. Pero a veces, porque se hace de noche. Dios no se manifiesta. Y calla. Como calla ante Job. Ese silencio puede manifestarte también en nuestra vida.

Quiso bajar hasta el fondo. No se ha ahorrado nada. Dios (en la Semana Santa) ha conocido la decepción, la depresión, la angustia, la oscuridad, el desamor, la traición.

Baja por solidaridad con nosotros para que le tengamos cercano a nosotros en esos momentos. No para ser el primero de los que sufren, sino para sufrir con nosotros nuestro desencanto, nuestra depresión, nuestra angustia…

En el rostro de Jesús se revela la impotencia de Dios. Se anonada. Acepta ser derrotado. Será escándalo para judíos y paganos. No se baja de la cruz. Habla bajito para que sólo lo oiga aquél que desea escucharlo. Y se quede tranquilo aquél que piensa que no ha hablado.

Nos cuesta aceptar un Dios silencioso.

Este Dios impotente en nuestra vida personal debería animarnos a vivir con gozo.

Deberíamos pedírselo. En el cumplimiento de la voluntad de Dios van incluidos esos momentos de soledad, contradicción,…

Nunca estuvo Dios tan cercano como en el momento de la pasión de su Hijo. Jamás Dios se manifestó tan misericordioso como en el momento de la crucifixión de su hijo amado. No es el tormento del Hijo, es fruto del amor de Dios.

A veces puede ser fuente de contradicción que purifica nuestra fidelidad.

El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, por los padecimientos aprendió la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, (Hb 5)

No será que el camino del sufrimiento en nuestra vida que fue el que Él eligió, el que nos va a valer a nosotros.

Nadie pensó en el camino del dolor para Jesús.

Se nos bajan mucho los humos cuando las cosas no nos salen bien. Podemos ganar en humildad y compresión a los demás. En agradecimiento a los dones recibidos. En dar el corazón misericordioso al que sufre, y en capacidad de encontrar a ese Dios silencioso y pedirle la fidelidad. Jesús le pide fuerza para cumplir su voluntad en Getsemaní.

Esa entrega la actualizamos en cada Eucaristía. Es un estímulo y es lo más hondo del amor de Jesús.

¿Cuáles son las fuentes de mi sufrimiento que no reconozco ante el señor?

Que me duelen, que no acepto. De mi pasado, de mi mismo. De mis hijos, de mi mujer. Hay cosas que no me han salido como yo pensaba. Reveses de fortuna, salud, dinero. Miedos que se insinúan de futuro. Todo eso que permanece sin que el Señor pueda tocarlo, bendecirlo, sanarlo. Iluminarlo. Eso puede ser una fuente de salvación, en la medida que no sea un dolor sin cruz. Sin crucifijo.

Sólo hay una fuerza más capaz del dolor: el amor.

La vida no es el valor absoluto. El valor supremo es el amor. La vida está para amar. Muerto está el que no ama. Hay una posibilidad de sanar los dolores: amarlos. Empezando por respetarlos, por aceptarlos. Como hacía Jesús con la voluntad de Dios, cuando esa voluntad se manifestaba a través de ese camino difícil, y que no quería directamente pero aceptó por obediencia.