3ª Med. La novedad de la justicia cristiana a la Teología espiritual de San Pablo.

¡Oh glorioso San Pablo!,
Apóstol lleno de celo,
Mártir por amor a Cristo,
intercede para que obtengamos una fe profunda,
una esperanza firme,
un amor ardiente al Señor
para que podamos decir contigo:
“No soy yo el que vive, sino es Cristo quien vive
en mí”.
Ayúdanos a ser apóstoles
que sirvan a la Iglesia con una conciencia pura,
testigos de su verdad y de su belleza
en medio a la obscuridad de nuestro tiempo.
Contigo alabamos a Dios nuestro Padre,
«A Él la gloria, en la Iglesia y en Cristo
por los siglos de los siglos.»
Amén.

Os habréis fijado que en esta reflexión, al igual que en las próximas, voy a seguir casi en exclusividad la primera carta de San Pablo a los Corintios. Porque en esta carta San Pablo da respuestas a diversas situaciones concretas, problemáticas, que se producían en la comunidad de Corinto a la que remite su carta. También en las otras suele dar respuestas a situaciones concretas de aquél momento, pero sobre todo a los Corintios, porque fue una comunidad que le dio muchos disgustos. Así como la de Filipos o de Éfeso fueron buena gente, otras le dieron muchos disgustos. Los de Corinto y los Gálatas, sobre todo.

Lo que pretendo en esta meditación, es que tomemos más conciencia de que las respuestas que Pablo da, siempre remiten a la revelación que ha tenido lugar en Jesucristo. Conecta con la meditación anterior: la novedad para Pablo es teológica, de mentalidad, de criterio de planteamiento, de horizonte de vida. Es Cristo que se le revela, con una amor gratuito, personal, absoluto. Pues bien, es desde esta revelación, por la que Jesucristo le convierte y le hace apóstol, como él procura dar respuesta a los problemas. Discierne los problemas y los juzga a la luz (revelación = luz) recibida del Evangelio, de la Buena Nueva. Recibida además directamente de Cristo. Es verdad que Pablo tiene muy en cuenta la Tradición cristiana, la Tradición que ha recibido de las primeras comunidades y la Tradición apostólica. No va por libre. Pero ciertamente que esta Tradición recibida de los apóstoles y de los primeros hermanos en la fe, aquellos que él perseguía, viene enriquecida por su propia experiencia personal de la que hemos hablado antes. Nos vamos a fijar en dos o tres casos.

* El primer caso, aquél que convivía con la mujer de su padre. En el capítulo quinto de la primera Corintios.

En este primer caso, el criterio motivador de Pablo para justificar lo que él manda, no se basa en las normas legales que las tenía en abundancia, o morales; ni se basa en las prescripciones del Antiguo Testamento, que también las tenía y muchas para estos casos. Ni siquiera se basa en palabras concretas de Jesús, que lo hubiera podido hacer muy bien, (el que miró a una mujer deseándola en su corazón, ya ha cometido adulterio…), pues imagínate el incestuoso, el que ha cohabitado con su madrastra! No. San Pablo recurre al acontecimiento Pascual del Señor. San Pablo recurre a la Cruz-Resurrección de Jesús. Y desde ésta, San Pablo recurre a la solidaridad, al amor en definitiva. Fijémonos particularmente en los versículos 7 y 8:

Por todas partes se oye hablar de una inmoralidad tal entre vosotros, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre.

Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción. Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para mortificar su sensualidad, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.

¡No está bien vuestro orgullo! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de sinceridad y verdad. (1Co 5)

Parece que no tenga nada que ver con el incesto. Pues lo tiene que ver todo. No con levadura vieja: es esta situación de convivir uno con la mujer de su padre. Lo cual era incluso entre los paganos inmoral. Lo que propone es la motivación. Propone recurrir al Acontecimiento central de la fe cristiana: la muerte y resurrección de Cristo. Y San Pablo les está diciendo a aquellos, como nos dice ahora a nosotros, donde hay tanta disbauxa sexual: ‘sois una comunidad pascual, sois una comunidad fruto de la cruz y resurrección de Cristo. Y signo ante el mudo de esta Pascua. Por tanto, sois levadura nueva. Sois ázimos. Porque Cristo, el Cordero Pascual ha sido inmolado. Y vosotros tenéis que ser signo de este mundo nuevo. ¿Y sois todavía prisioneros de lo viejo con este caso que me presentáis?’

Por tanto, el no tolerar estos comportamientos, no es por razones morales. Ni por razones legales. Es por razones de fe. Por razones teológicas. Cristo se ha inmolado, Él es el Cordero Pascual. Por tanto, esta Fiesta de la Pascua, que es el fundamento de nuestra fe, Cristo muerto y resucitado, nos obliga —en el sentido más noble de la palabra, en cuanto es unitivo: la obligación es ligarse,— a ser ázimos. A no ser ya levadura vieja. Ya tiene que pasar la malicia y la perversidad. Y tenemos que vivir ázimos de pureza y de verdad. Para ser signos en el mundo de esta novedad de la justicia de Cristo. Ya que somos fruto de esta justicia de Cristo, que se resuelve en su Pascua. En su muerte y resurrección. El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta es la respuesta.

* Vayamos a otro caso, que recoge en el cap. 6. Se trata del problema que también se presenta a cristianos que acuden a los tribunales paganos, a los tribunales civiles en sus pleitos.

Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante los injustos, y no ante los santos? ¿No  sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no sois acaso dignos de juzgar esas naderías? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? Y ¡cómo no las cosas de esta vida! Y cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la iglesia tiene en nada! Para vuestra vergüenza lo digo. ¿No hay entre vosotros algún experto que pueda juzgar entre hermanos? Sino que vais a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso, ante infieles! De todos modos, ya es un fallo vuestro que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no os dejáis más bien despojar? ¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los demás! ¡Y esto, a hermanos!

¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni impuros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni homosexuales, 10 ni ladrones, ni avaros, ni borrachos, ni ultrajadores, ni explotadores heredarán el Reino de Dios. (1Co 6)

Y San Pablo no reprocha que acudan a esos tribunales porque sean tribunales corrompidos o injustos (que de todo habría, como hoy los hay también entre nosotros).

La razón no va por ahí, sino que lo que reprocha San Pablo a aquellos cristianos de Corinto, es el hecho mismo de que ellos acudan a los tribunales. Aunque fueran tribunales justos. El hecho mismo de acudir entre ellos a los tribunales. Porque a lo que deben recurrir ellos como cristianos, es a los nuevos criterios que brotan del Acontecimiento pascual manifestado en la Cruz y en la Resurrección de Jesús.

Y evidentemente, en los tribunales civiles, por justos que fuesen e incorrompidos, no encontrarán estos nuevos criterios. Que son, desde el Acontecimiento Pascual de Cristo, muerte y resurrección: la solidaridad, el amor, la gratuidad. Y estamos en lo de siempre.

Por tanto, no es porque puedan ser esos tribunales injustos o corruptos, sino porque estos tribunales juzgarán con criterios propios del mundo pagano. O sea, con criterios cristianamente inadecuados; que pertenecen al mundo viejo, a la levadura vieja; al mundo antiguo. La comunidad, porque es comunidad pascual, debe resolver sus problemas recurriendo a los criterios nuevos. Que vienen de la revelación de Cristo: es el amor gratuito, la solidaridad. Criterios que han brotado —solidaridad, amor, gratuidad— del costado de Cristo, muerto y resucitado. Y la comunidad debe convertirse en un signo de un mundo nuevo. Y no tiene que repetir lo viejo de siempre.

11 Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. (1Co 6)

Y precisamente por esto no pueden acudir a lo viejo, a los tribunales paganos.

Por tanto, ya no se trata de un criterio pastoral, de ejemplo, o para no quedar mal. Sino que él siempre va a la raíz de las cosas.

* Y el tercer asunto que nos habla de esta “novedad de la justicia cristiana desde la teología de San Pablo”, es la sexualidad. Aquí me voy a entretener un poco, porque además, como tanto han apedreado a distancia al pobre Papa, y como esto ha producido turbación a muchos creyentes que, claro, como leen lo que leen, y ven lo que ven, y oyen lo que oyen, pues están en un mundo matrix

La sexualidad. San Pablo también en esta carta, nos habla de la concepción cristiana de la sexualidad. Nos habla de la concepción cristiana del hombre. Y nos habla de la concepción cristiana de las relaciones del hombre con Cristo y con Dios.

Ni más ni menos. A estos tres niveles.

* Sobre el primer nivel, la concepción paulina de la sexualidad. Hay que situarse en este contexto de San Pablo que es un poco el nuestro. Barcelona ahora es la Corinto de entonces. Una ciudad grande, mercantil, portuaria, y todo lo que conlleva. San Pablo se tuvo que ocupar muy pronto del libertinaje, más que libertad, del mundo helenístico, por un lado; y por otro lado, frente a las tendencias rigoristas. Estamos en lo de siempre: los extremos se tocan, y aquí se ve muy curiosamente cómo de tocan.

La moral pagana tampoco era tan desastre. La moral pagana condenaba el adulterio. En cuanto conculcaba los derechos de otra persona. Pero aquél mundo helenístico, no condenaba la prostitución, ni la fornicación, ni otras maneras viejas todas de placer sexual. Que si se hacían dentro de la voluntad de unos y otros, queriendo, con equilibrio, con moderación, pues todo esto era indiferente a la moral pagana. Hoy como ayer. Hoy un poco peor.

Entonces Pablo, ante esta situación que se encuentra en las comunidades, sobre todo en Corinto, tiene que defender la concepción cristiana de la sexualidad ante un dualismo, que proviene de un mismo tronco. Pero va por caminos distintos. Este dualismo que fractura de manera insalvable el espíritu y la materia. Entonces hay unos que dicen: ‘como lo que cuenta es el espíritu y el cuerpo es algo exterior a la auténtica esencia del ser humano, hay que evitar todo lo que tiene que ver con la sexualidad, por tanto también con el matrimonio’. Esta es la tendencia rigorista. El cuerpo es exterior a la esencia humana, la sexualidad tiene que ver con el cuerpo: pus, ¡fuera!

Pero los había que desde el mismo tronco dualista, razonan de una manera diametralmente opuesta: es la de hoy. ‘Como la sexualidad tiene que ver con el cuerpo, que no es la verdadera esencia del hombre, y no tiene que ver con el espíritu, entonces, todo está permitido. Como no tiene que ver con el espíritu… Porque las expresiones de la sexualidad son exteriores a la auténtica esencia del hombre; y, por tanto, a su espíritu que es lo que importa. No implican a la persona. Por tanto, todo es lícito’. Esta es la tendencia laxista. Y San Pablo toma postura frente a ella. En la 1ª Corintios:

12 «Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! 13 «La comida para el vientre y el vientre para la comida». Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. (1Co 6)

¿Cuál es la postura de San Pablo? Las expresiones de la sexualidad, no son exteriores al hombre, al ser humano. La expresión de la sexualidad implica a la persona. Toda entera. No se trata de un juego. Se trata de una alianza. No se trata de una búsqueda de sí mismo, sino de un diálogo y una donación. No es un encuentro pasajero, sino que es un vínculo definitivo. Y esta es la originalidad cristiana, que muchos cristianos no se creen. No se lo creen. Y muchos curas. No sé obispos, porque no hablo con ellos. Y para defender su postura, San Pablo aquí, hasta se remite al libro del Génesis. Los dos serán una sola carne. …el que se une al Señor se hace un solo espíritu con Él. Invoca el texto del Génesis. Luego recuerda la pertenencia al Cuerpo de Cristo, versículo 13: el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor. Y además, un cuerpo llamado a la resurrección: Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. Por tanto, alma y cuerpo están llamados a la resurrección. El hombre en su totalidad está llamado a la resurrección. Pertenecemos de manera total al Señor. El cuerpo no es para la lujuria o para la fornicación, sino para el Señor. Por tanto, en el plan de Dios no tiene cabida el dualismo. Es el hombre entero el que pertenece al Señor. Es el hombre entero el que está llamado a resucitar. Como Cristo que es la primicia. Y por tanto la sexualidad afecta al hombre entero. A todo él. Y la tiene que vivir de manera personal, como persona entera. Fijémonos qué actual es eso. Porque precisamente lo que hoy hay es esta banalización de la sexualidad.

Y el preservativo, ayuda a la banalización. Porque no se establece una relación de donación, de alianza, de comunión. Es un encuentro pasajero. Un juego. Algo banal. Y el preservativo, como tantos otros instrumentos, mecanismos y maneras, es una expresión clarísima de esta banalidad.

Y evidentemente, que en cuanto se promueve esta banalidad, esta superficialidad, en la sexualidad, esta despersonalización de la sexualidad, que por tanto ya no es sexualidad, porque no es personal, sino que es genitalidad, porque es meramente corporal-animal, pues claro que esto promueve el SIDA. No el preservativo, naturalmente que en aquél acto concreto, con el preservativo evitará un contagio, eso nadie lo niega. Ni el más palurdo. Lo que sucede es que en esta manera,—y el preservativo es un elemento más— de presentar la sexualidad, acaba abundando la promiscuidad, las relaciones sin compromiso, al tuntún, al juego, y entonces viene esto y lo de más allá: será el SIDA aquí, o será otra cosa en otra parte. Y esto —la concepción cristiana de la sexualidad— lo tenemos que decir. Y lo tenemos que vivir. Y si flaqueamos, acudimos con confianza a la misericordia de Dios, porque Dios es misericordia.

* El segundo nivel que encontramos en San Pablo, es la concepción del hombre: la concepción cristiana del hombre.

¿Cuál es la antropología de San Pablo?

La profunda unidad del hombre. Los elementos que componen el hombre, que los científicos nos digan los que son. Si son tres o son treinta y tres. Eso no nos corresponde a nosotros. Pero hay una unidad profunda en el hombre. Todas las expresiones del hombre: alma, cuerpo, y sique, y no sé qué cosas más, todo, forma una unidad. Y esta unidad del hombre con todas sus expresiones entran dentro del designio salvífico de Dios. Están destinados a la resurrección y a la unión con el Señor.

Y por tanto, si el hombre todo entero, en todas sus expresiones, —la sexualidad es una de ellas, importante— están destinadas por designio de Dios a la resurrección y a la unión con el Señor, hay que seguir como guía este camino, para vivir este designio de Dios, hay que seguir la guía que es la lógica de Dios: la lógica de la Alianza. Esta Alianza, esta comunión, esta pertenencia al Señor en la totalidad. La lógica de la Alianza, que subraya la radical pertenencia del ser humano al Señor en su totalidad. Es un designio de Dios, y para vivir este designio, tenemos que entrar en la lógica de Dios, que es la de la alianza de amor. Por la que pertenecemos en la totalidad al Señor.

El cuerpo no es para la lujuria sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.

Por tanto San Pablo es consciente de que el hombre es una estructura de comunión. Con el Señor, y con los hermanos. Con el Señor que desde arriba se relaciona con nosotros, y con los hermanos hacia los lados. Por tanto, el hombre se encuentra a sí mismo, se hace a sí mismo, el hombre es, el hombre se salva, no encerrándose en sí mismo, no buscándose a sí mismo sino en el diálogo y en el amor. Y por tanto, todas las manifestaciones del hombre, incluida la sexualidad, están sometidas a la lógica de la comunión. Todas han de ser expresiones de comunión, no de búsqueda de sí. Por eso, los corintios, como los barceloneses como cualquier otro hoy en día, tenían una falsa concepción de la libertad. Para el cristiano, la libertad no es indeterminada. La libertad no deja de tener una finalidad. No es a-finalística. La libertad, el cristiano la encuentra en la pertenencia al Señor. Porque esta pertenencia al Señor es la que da significado y sentido al ser humano. Y a los comportamientos de este ser humano. La libertad es la libertad del amor. Por eso entendemos lo de San Agustín: ‘Ama y haz lo que quieras’.

Claro que sí. Porque se entiende así. La libertad es la del amor. En dirección a la alianza con Dios que me la otorga. Y con los hermanos, a los que se la doy desde Dios. Y esta es la libertad que se ha revelado en Cristo. Y por esto, San Pablo la propone, como concepción del hombre. Íntimamente unida a la concepción de la sexualidad.

* Pero aún hay otro nivel más allá de la sexualidad y de la concepción del ser humano en el razonamiento de San Pablo. Hay como un tercer nivel en la lectura de todo esto. Que es la concepción original de las relaciones del hombre con Cristo y con Dios. Y aquí nos lo indica de una manera muy clara en los versículos 15 y 19: Cuando dice que somos “miembros de Cristo”.

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? LY ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! 16 ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. 17 Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.

18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. (1Co 6)

Aquí, San Pablo alude a la metáfora del Cuerpo de Cristo. Una metáfora además muy eclesiológica. Y que él desarrolla también en la carta a los Romanos, en la carta a los Efesios. Miembros de Cristo: esto significa dos cosas: la dependencia absoluta respecto del Señor; y la fraternidad como traducción concreta de esta dependencia.

La pertenencia al Señor, que se traduce en concreto en la fraternidad con los hermanos: desde mi pertenencia al Señor, yo no tomaré como una meretriz los otros miembros del Cuerpo de Cristo. Y luego dice:

19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1Co 6)

En esta segunda expresión nos remite a que la comunidad y el cristiano son morada en la que habita Dios. Es más, Jesús mismo es morada y habitáculo de Dios. Aquí por tanto, está también la pertenencia. Y por consiguiente, si somos santuario del Espíritu Santo, si vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, la dignidad: glorificad… porque habéis sido comprados a gran precio.

El precio es la sangre de Cristo. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo. Es decir: comportaos con dignidad. Transparentad a Dios. Transparentad el amor. La alianza que Dios ha establecido con vosotros gratuitamente. Un día la estableció conmigo allí, en el camino de Damasco. Por tanto, Pablo está razonando desde la experiencia de la fe. Y nosotros en nuestro apostolado, tenemos que razonar desde la experiencia de la fe. Aunque nos parezca que es débil nuestro razonamiento. Pero lo que es débil ante los hombres, es fuerte para Dios. Y sólo esto dará su fruto. No vale con razonamientos humanos. De “pitiminí”, para que caigan bien, para que puedan entenderse, para que no parezca que soy extremista, y que me llamen fascista y carca, tanto da. Nuestro razonamiento tiene que ser desde la fe. Porque si es desde la fe, será fecundo, porque allí estará Dios. Si no, no será fecundo. Será simpático a lo mejor, pero no será fecundo. Por tanto, San Pablo entiende el significado de la sexualidad a partir de la Historia de la Salvación. Desde el Génesis -los dos se harán “una sola carne”- hasta Jesús. Todo lo presenta en esta lógica de la alianza. De la estructura de comunión que nos hace pertenecer al Señor. Por tanto, la sexualidad es una realidad dialogal. Es pertenencia y compromiso. Que implica todo lo otro. Y el acto sexual, no puede ser un gesto superficial en el que la persona queda como fuera. Sino que implica a la persona hasta el fondo.

Y eso viene de la visión unitaria del ser humano. De su vocación de alianza; que es una concepción bíblica. Entonces, al margen de la visión concreta del compuesto humano, que es un dato cultural o científico, lo que importa es afirmar —y esta es la concepción de San Pablo desde la revelación de su encuentro con Cristo— que no hay ruptura en el designio divino; no hay dos lógicas. Es todo el ser humano, —sean cuales sean los elementos que lo componen, y sean cuales sean las expresiones de este ser humano—, es todo el ser humano el que está llamado a vivir la lógica de la alianza.

Que es de comunión, de amor y de pertenencia. Y por tanto de dignidad. Y esto es positivísimo. ¡Qué lejos está de las tendencias rigoristas! ¡Cuán lejos está de las tendencias laxistas! Con las que Pablo se encontraba como apretado, como en un bocadillo.

** Y por último, lo novedoso en San Pablo es un valor cristiano que es la clave de bóveda de la construcción paulina de todas estas realidades. Y que está muy olvidado en las comunidades cristianas, sobre todo en las de las sociedades llamadas del bienestar, primer mundo. Es la tensión escatológica con la que hay que vivir todas estas realidades.

Su epicentro está en el cap. 7º de 1Co.

Pablo contempla el mundo, y por tanto, contempla el matrimonio y la virginidad, y la sexualidad, que son sólo un ejemplo, a la luz de la novedad de Cristo. Y Pablo ve el mundo y todas las situaciones en las que se desenvuelve el mundo, en tensión escatológica. Como si no.

29 Os digo, pues, hermanos: El tiempo apremia. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. 30 Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen.31 Los que disfrutan del mundo, como si no lo disfrutasen. Porque la representación de este mundo pasa.

Esto es básico. San Pablo no predica la huida de estas situaciones. No predica la huida de la mujer o del marido. No predica la huida de la alegría ni del lloro. No predica la huida de la posesión, de lo que se compra, ni de disfrutar del mundo. No, no, él no predica la huida de estas situaciones. Lo que predica San Pablo es que valoremos de manera distinta, con una conciencia cristiana, distinta, diferente, estas situaciones. No se trata de que el cristiano se distancie del mundo. No se trata de que el cristiano desprecie las realidades mundanas, como estas que hemos dicho y otras más. No se trata de un pesimismo, ni nada por el estilo. De lo que se trata de que tengamos conciencia de que somos criaturas nuevas; y como somos criaturas nuevas, tenemos que juzgar y tener conciencia diferente a los demás que no se saben criaturas nuevas. Dice a los corintios:

17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. (2Co)

Desde esta novedad de vida, que nos viene del Acontecimiento pascual, de la realidad de Cristo, el Señor, que es muerto y resucitado, ambas realidades inseparables. Desde este dato esencial de nuestra fe —hay que centrarse en lo esencial—nuestra manera de juzgar y de valorar estas cosas del mundo, y la manera de comportarnos ante estas cosas, tendrá que ser diferente. No se trata de cambiar las cosas, o de alejarse de ellas, o despreciarlas, sino valorarlas de manera diferente. Hay que vivir estas cosas y ante estas cosas de otro modo. Con una conciencia nueva. Que es la tensión escatológica. ‘Como si no’. El tiempo es corto. Y la apariencia de este mundo pasa. Con esta tensión de que somos caminantes, peregrinos que vamos hacia el Padre. Que somos ciudadanos del cielo. Y que por tanto no tenemos aquí morada permanente. Ni la sexualidad, ni el matrimonio, ni nada, todo esto pasa. Y comprar, y disfrutar, y reír, y llorar, y estar enfermo y tener salud y ser rico o pobre o viejo o joven o niño. Todo esto pasa. O ser catalán o castellano. Esto pasa. Todo pasa. Entonces hay que valorar todo desde esta tensión escatológica, desde esta perspectiva, con visión de eternidad. Y entonces, todo se relativiza. Se pone en relación al Señor, al que pertenecemos y hacia el que caminamos. En comunidad de creyentes. Como hermanos. Eso es relativizar.

Es emblemático cómo aquí San Pablo afronta una situación, que era muy propia de su mundo —ahora tenemos otras— que era la esclavitud. San Pablo no discute el problema de la esclavitud. La esclavitud era algo pacíficamente admitido en la antigüedad. No despertaba rechazo, ni siquiera en las mentes más cultas y más sensibles. Los hombres más lúcidos lo que hacían era tomar postura frente a las injusticias y malos tratos que el amo podía infringir al esclavo, eso sí. Pero la esclavitud como tal, como institución, era un pilar de la economía, de la sociedad de entonces. Entonces si nos limitamos al ámbito cristiano, ¿qué es lo que sugiere Pablo? En el capítulo 7 dice:

21 ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y, aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. 22 Pues el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo. 23 ¡Habéis sido bien comprados! No os hagáis esclavos de los hombres. (1Co 7)

San Pablo sugiere a los esclavos o a los amos creyentes, que se comporten evangélicamente, en la situación que les ha tocado vivir en la sociedad. Pablo no invita al esclavo a cambiar su situación exterior. Pablo no invita al esclavo a cambiar su situación jurídica. Pablo sí le invita a que cambie interiormente. Evangélicamente. Y ¿cuáles son las novedades que sugiere? Que tanto el esclavo como el amo se renueven desde dentro en sus conciencias. Y si se renuevan en sus conciencias con la novedad de Cristo tanto el que es amo, siendo amo, y el esclavo siendo esclavo, ¿qué pasará? Que se estarán ya inoculando dentro de cada uno de ellos dos, unos gérmenes que en las circunstancias adecuadas, harán saltar por los aires la esclavitud. ¿Qué gérmenes son estos? El esclavo es un hermano, le dice al amo. Y viceversa. El amo es amo, pero según la carne. Lo que importa es que amo y esclavo sean esclavos de Cristo. Y claro, entonces diciendo: el esclavo es un hermano —tiene su conciencia el amo—, y el esclavo dice: ‘mi amo lo es según la carne’. Y los dos dicen: ‘somos esclavos de Cristo, que es el único Señor, al que pertenecemos’. Ya está. A nivel jurídico parece que todo siga como antes, pero en otro nivel, interior, ha cambiado todo. El esclavo ya no es esclavo. Y el amo deja de ser amo. Y más pronto que tarde, la esclavitud rompe. Y desaparece. Pero desaparece desde una revolución interior que se produce en las conciencias de amos y esclavos, en cuanto por la fe, se hacen todos esclavos, pertenecientes a Cristo Jesús.

Por tanto, aquí, lo que hay que cambiar, no son las estructuras, ni las leyes, lo que hay que cambiar son los corazones. Las leyes no cambian los problemas. Lo que hay que cambiar son los corazones. Y cambiados estos corazones, la estructura jurídica de la esclavitud, que era un pilar en aquella sociedad, desaparece. Pues todo lo que tenga que desaparecer en este mundo nuestro, que no es poco, será así. De esta manera, no de otra. Por tanto, se equivocan los de la teología de la liberación y otros. No llegan a nada.