5. EL NACIMIENTO DEL CURSILLO.

A. Preparación.

He aquí parte de la crónica que un asistente realizó y publicó al mes siguiente en "Proa". Los actos empezaron el día 7 por la tarde, con retiro dirigido por el Rdo. D. Juan Capó. Continuaron los días 8, 9 y 10, durante los cuales se explicaron las lecciones del Cursillo. El Rdo. D. Guillermo Payeras, intercaló, con singular acierto, algunas explicaciones de la doctrina de la gracia (...) Nos honraron con sus visitas, el Señor Ecónomo de Randa, nuestro Consiliario Diocesano - que dio una de las lecciones- y Juan Mir (...) Terminaron los actos el lunes por la noche, con abundancia de discursos. Todos teníamos algo que decir. Como acto final, Eduardo dio lectura a una carta del Sr. Obispo a los cursillistas, que colmó la medida de nuestros sentimientos (98).

Los asistentes a este Cursillo fueron los siguientes: Director Espiritual: D. Guillermo Payeras; Director del Retiro del día 7: D. Juan Capó; Rector: Eduardo Bonnín; Profesores: Bartolomé Riutort, Andrés Rullán y Guillermo Estarellas; Auxiliar: Guillermo Font. Cursillistas asistentes: Antonio Quetglas, Juan Munar, Miguel Villalonga, Bartolomé Oliver, Bartolomé Barceló, Bartolomé Gelabert, Rafael Ferrà, Magín Mora, Juan Mora, Juan Puigcerver, José Thomás, Pedro Prohens, Miguel Galmés, Miguel Miralles, Juan Bauzà, Lorenzo Soler, Rafael Soler, Lorenzo Bergas, Miguel Rosselló, Juan Ferriol y Antonio Ribas (99).

Este es el primer Cursillo de Cristiandad propiamente dicho, y de él arranca la numeración. Es el número uno. Incluso se colocó una lápida conmemorativa con la fecha en el Monasterio de san Honorato, donde tuvo lugar. No obstante, no se da una unanimidad total. El P. Cesáreo Gil recoge las opiniones del P. Gabriel Seguí, que ve en el Cursillo de Adelantados de Peregrinos de abril de 1945 el primer Cursillo completo y de otros estudiosos que considerarían como Cursillo completo el celebrado en septiembre de 1946 en San Salvador (100). Recientemente, F. Forteza ha publicado un libro en el que afirma que el primer Cursillo se celebró del 20 al 23 de agosto de 1944 en Cala Figuera de Santanyí. (101).

Si nos preguntamos sobre la preparación de este Cursillo, la respuesta es sencilla. Formaba parte del plan de curso que el Consejo había elaborado. Lo primero ha sido la X Asamblea Diocesana, que se ha celebrado en noviembre. Llega ahora el momento de llevar a cabo los Cursillos programados. Intentaremos reconstruir los hechos con los datos de que disponemos.

Juan Capó lo explica así: En la junta semanal del Consejo diocesano, a la que aludí antes, y donde se decidió el Cursillo de enero, me sentí sorprendido (llevaba pocos meses incorporado a la diócesis) cuando don Sebastián, que la presidía, me señaló para que me responsabilizara de la parte espiritual y de cinco lecciones. Debido a mis ocupaciones en el Seminario, del que era director espiritual, reclamé ayuda. Nombraron a don Guillermo Payeras, coadjutor entonces en la parroquia de la barriada de Hostalets y que dirigía un centro de juventud realmente interesante. Aportaría material y ayuda al mismo tiempo. (102)

Guillermo Payeras no ha dejado un testimonio escrito conocido, pero según nos transmite Carlos María San Martín (103), fue llamado por don Sebastián el día 12 de diciembre con el encargo de que asistiera como director espiritual al Cursillo, para lo cual tenía que preparar cinco lecciones sobre gracia y una meditación para cada día. El retiro inicial sería dirigido por J. Capó, por lo tanto convenía contactar con él así como con el equipo seglar que impartía otras lecciones, sobre todo Bonnín que sería el rector.

Efectivamente, en el primer Cursillo, la dirección espiritual recayó sobre Guillermo Payeras, mientras que Juan Capó dirigió el retiro inicial. Así lo narra la revista "Proa", en la que encontramos la crónica y otros datos sobre el Cursillo (104).

Las cinco lecciones sobre la gracia las prepararon entre los dos en el piso de Guillermo Payeras. Payeras aporta de su biblioteca varios libros: Vive tu Vida, de Aramí; La Gracia y la Gloria, de Terrien; El joven y Cristo, de Tihamer Toth. Capó trae a la reunión De gratia Redemptoris, de Lennerz, y el volumen que correspondía de la sinopsis de Tanquerey. Entre los dos confeccionan el guión de los Rollos (105). Son dos sacerdotes jóvenes. Uno recién llegado de doctorarse en Roma en Teología; el otro, uno de los más destacados consiliarios de jóvenes de la diócesis. Es de suponer que el uno pondría en el trabajo el rigor y precisión teológicos, mientras que el otro colaboraría en la aplicación práctica por conocer mejor la psicología juvenil.

En cuanto a los Rollos seglares, no había propiamente esquemas hechos. Se tenía el título y la idea, pero después se permitía mucha creatividad personal y se trataba sobre todo de dar una vivencia personal sobre el tema en cuestión. Eduardo Bonnín era quizá el único que tenía programadas y sistematizadas todas sus intervenciones. Es a través de ellas como se nos han transmitido más restos de los Cursillos anteriores (106).

B. Novedad respecto a Cursillos anteriores.

La cuestión de discernir la novedad o no novedad de este Cursillo es sumamente complicada. F. Forteza considera que el momento clave del nacimiento de los Cursillos de Cristiandad es el tiempo posterior a la Semana Santa del 43, cuando Bonnín asimila las vivencias de Cursillo de Peregrinos y las integra con sus propias vivencias e inquietudes de siempre (107). Otros situarían ese nacimiento en abril del 45 o en septiembre del 46 (108). La unanimidad, como decíamos anteriormente, no es absoluta. Pero el común de autores, y el común de testigos del hecho se inclina por considerar este Cursillo celebrado del 7 al 10 de enero de 1949 como el primero, y como el que aporta la novedad definitiva.

Una comprobación sencilla consiste en examinar el impacto que causaban los Cursillos a través de la revista "Proa". De los Cursillos anteriores tenemos crónicas recogidas, ciertamente, pero sin un protagonismo especial. En cambio los números que siguen a este Cursillo le prestan mucha más atención, y prácticamente están monopolizados por el tema de Cursillos y el del Año Mariano que se celebraba en Mallorca, y se clausuraría el 29 de mayo.

El titular de la portada del número correspondiente a abril dice así: Revolución en el apostolado. El porvenir es nuestro. Habla del entusiasmo que hay en los consiliarios, en los jóvenes,... y de la imposibilidad de dar abasto con tantas solicitudes de inscripción. Transcribo literalmente el texto del editorial: No ignoramos que en las otras Diócesis de España se dan también Cursillos; pero los nuestros son distintos. He aquí sus características:

1) Su número. Ya no se trata de un Cursillo anual para dirigentes diocesanos. Tenemos tres y cuatro mensuales. Toda la juventud de Mallorca que tenga aptitudes para dirigentes irá a Cursillos.

2) Su perfecta organización. Es una consecuencia de la experiencia lograda.

3) Son Cursillos de formación y conquista. De formación para los jóvenes de la Obra. Pero también y muy especialmente -y esta es su nota fundamental- son un medio de conquista de jóvenes que no han tenido, antes, contacto alguno con la Obra, y aun de jóvenes que proceden de ambientes hostiles a ella.

4) Ponen el apostolado al alcance de todos. Anteriormente el número de nuevos inscritos en la Obra había llegado a ser francamente desconsolador. Arguyendo falta de capacidad, nuestros jóvenes se abstenían, por lo general, del apostolado de conquista personal. Ahora todos sirven, y todos se atreven; es más, todos lo practican con entusiasmo al ver la facilidad con que realizan su labor (...).

5) Introducen la especialización en el delicadísimo apostolado de conquista, puesto que la labor propiamente apostólica es realizada por sacerdotes y dirigentes experimentados.

6) La eficacia es también mayor, porque se consigue un contacto más continuado con el joven sometido a cultivo, lejos de las interrupciones impuestas por las circunstancias del ambiente de cada día.

7) La preparación sobrenatural -oraciones y sacrificios- para el éxito espiritual del Cursillo, logra interesar, por la envergadura de la empresa, a los elementos más distanciados.

En suma, nuestros Cursillos, al hacer participar en el apostolado a todos nuestros jóvenes y dejar la labor propiamente formativa y de conquista en manos de personal capacitado, amplían extraordinariamente nuestras posibilidades. Por ello podemos afirmar, sin vacilaciones, que son el único medio eficaz para sacar a la Obra de su atascamiento (109).

En línea ascendente llegan los comentarios del número correspondiente al mes de mayo de la revista "Proa". El titular principal dice: Todavía hay milagros. El secundario: hay semejanza entre lo que ocurre en los Cursillos y los primeros tiempos del Cristianismo. Un río de fuerza joven se está volcando sobre Mallorca. Dentro del editorial, firmado por J. Capó, este párrafo significativo: Es impresionante la semejanza entre lo que ocurre en un Cursillo y algunos fenómenos claramente observados en los primeros tiempos de la Iglesia. No es exageración. Solamente apuntamos a un paralelismo indiscutible. Y es la gracia la única explicación posible de los maravillosos resultados que en nuestros Cursillos se logran. La gracia que transforma, que cambia, que vence (110).

Si la revista "Proa" viene a ser como el eco de lo que sucede en la juventud mallorquina de Acción Católica, en cuyo seno nacen los Cursillos, es evidente que se ha producido con este Cursillo de enero del 49 el comienzo de un fenómeno impactante en amplitud y en profundidad. Tiene que ser algo muy llamativo, muy poderoso y muy nuevo para que Capó -independientemente de si acierta en su afirmación- lo compare con fenómenos de los inicios de la Iglesia. Es una afirmación muy comprometida, máxime en aquella época, y una afirmación que no viene de un indocumentado, sino de un doctor en teología.

Pero más comprometido aún resulta el editorial del número correspondiente a abril del que transcribimos anteriormente unos párrafos. Habla de "revolución" y de que el futuro está en sus manos. Afirma que los Cursillos que se dan en otras diócesis son distintos de los de Mallorca, y enumera sus características, de las cuales yo creo que destacan dos tanto por la novedad que suponen como por la importancia que conllevan: son Cursillos especial y fundamentalmente de conquista; y son Cursillos para toda la juventud de Mallorca que tenga un mínimo de condiciones para ser dirigente. No se trata ya de llevar a cabo algún que otro Cursillo al año para dirigentes y en plan preferentemente formativo. Se trata de conquistar la juventud de Mallorca a base de Cursillos a los que puede asistir casi todo el mundo, y de una actividad apostólica en la que participan todos; no sólo los que dan el Cursillo, ya que hay que trabajar en la búsqueda de candidatos y hay que rezar por los frutos de los Cursillos, y ambas cosas son obra de todos.

Juan Capó señala a "grosso modo" tres vías de acceso a la novedad de este Cursillo:

- Se había producido un cambio en el clima y en la orientación pastoral. Monseñor Hervàs había tomado posesión de la diócesis al fallecer el Arzobispo Miralles. En los jóvenes esta orientación estuvo fuertemente subrayada por la transición entre el estilo de los dos Consiliarios diocesanos anteriores (don José Dameto y don José Rossell) y el nuevo Consiliario don Sebastián Gayà.

- La convergencia en un mismo equipo dirigente de hombres de diversa fisonomía espiritual, de formación dispar. Lo tradicional y lo nuevo, el carácter improvisador y revolucionario, la sensatez miedosa e incluso reticente (...) En el conjunto de nombres, creo que se deben destacar los de Eduardo, G. Estarellas, J. Mir, B. Riutort, A. Rullán (...).

- Un entusiasmo apostólico como acento peculiar y definidor de lo mejor de la Peregrinación a Santiago con todo lo que ella comportó en su preparación, realización y aprovechamiento posterior (111).

Hay una novedad radical según Capó: La que, manteniendo intacta la letra de los elementos anteriores, cambió decisivamente su sentido. Los Cursillos adquieren un acento y una dinámica nueva a la luz de los "Rollos místicos", que centran la proclamación evangélica en la doctrina de la gracia, dentro de un contexto vivencial que ayuda a experimentar en la propia vida la fuerza transformadora de esta realidad singular (112).

Según J. Capó, los "Rollos místicos" fueron de contenido nuevo. Ya antes hemos expuesto su composición, que llevaron a cabo él mismo y G. Payeras. En los "Rollos seglares", hemos visto también que no había precisamente unos esquemas rígidos. Bonnín es quien tenía más preparadas y sistematizadas sus intervenciones y era quien recopilaba material principalmente. Pero cuando se preparó aquel primer Cursillo se señalaron a los "rollistas" los títulos y las ideas a desarrollar, y que cada uno lo hiciera con su estilo y sobre todo desde su vivencia. Ahí estaba la clave.

Por eso, a la hora de pronunciarnos sobre la novedad de este Cursillo, creo que no fue un Cursillo nuevo en cuanto al método, ni en cuanto a la estructura, ni en cuanto al contenido en su conjunto -aunque el contenido de los "Rollos místicos" fuese nuevo-. La principal novedad está en su finalidad. Ya no se trata de preparar la peregrinación a Santiago, se trata de continuar con el espíritu apostólico vivido en la peregrinación y lanzarse a la conquista de la juventud de Mallorca. Se trata de formar y sobre todo de conquistar a todos los jóvenes para Cristo. Creo que es la conclusión más objetiva a la vista de los acontecimientos, y en la que coincido plenamente con el P. Cesáreo Gil. (113).

C. Paternidad.

Aquí se sitúa el nacimiento del Cursillo de Cristiandad y del Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Por la trayectoria que hemos ido describiendo, se hace difícil hablar de un fundador. Este Movimiento no nace como la realización práctica de un proyecto gestado en la mente de una persona concreta a la luz de la fe, con visión sobrenatural y por inspiración divina, como han nacido otras obras de la Iglesia. Es más bien la vida que brota a borbotones, que se desborda de pura vitalidad, y que va recibiendo cauce según va creciendo y se va desarrollando. No es una estructura previa que se va llenando de vida. Es la vida que brota por la fuerza del Espíritu y que irrumpe a través de unos instrumentos dóciles a su acción. Y se produce de un modo muy eclesial, muy comunitario, reflejando la realidad integral de la Iglesia. Hemos ido constatando la intervención del Obispo, que como Pastor diocesano es principio de comunión, y que alienta, acompaña e impulsa este río de vida. Hemos destacado la intervención del Consiliario diocesano, que dinamiza, que coordina, que prepara doctrinalmente la peregrinación, que da entrada y colaboración a otros sacerdotes jóvenes. Hemos reseñado el protagonismo del Presidente diocesano, apóstol ardoroso y singular, incansable en sus visitas y asistencia a todos los acontecimientos, rodeado también de excelentes dirigentes. Por eso nunca se habló de fundador, y se prefiere la palabra iniciadores a la de fundadores, para dejar más aún, si cabe, el protagonismo a la misma Iglesia.

El P. C. Gil sintetiza hábilmente esta delicada cuestión con las siguientes palabras: No hubo fundador. Hubo fundadores. Un equipo de laicos y de sacerdotes aprobado por su Obispo. Hubo creatividad de la Iglesia y en la Iglesia. Entre los laicos destacaron: Eduardo Bonnín, Bartolomé Riutort y Guillermo Estarellas. Entre los sacerdotes figuraron: Sebastián Gayà, Guillermo Payeras y Juan Capó. El Obispo era el Dr. Juan Hervàs Benet (114).

Seguramente podríamos encontrar más nombres, y es difícil precisar la incidencia que cada uno tuvo en el proceso. Es muy difícil en una empresa humana de colaboración porque hay elementos que no se pueden medir, pero más difícil aún resulta en una empresa del Espíritu en la Iglesia. Aún así yo abundaría sobre dos nombres, los que creo más significativos en la génesis del Movimiento: Don Sebastián Gayà y Eduardo Bonnín.

Hemos afirmado que el Cursillo y el Movimiento que se genera es fruto del trabajo, inquietud y esfuerzo apostólico de un grupo de seglares y sacerdotes que formaban el Consejo Diocesano de jóvenes de Acción Católica de Mallorca. Al frente de ese Consejo, y por tanto al frente de esa inquietud y de ese trabajo estaban el Consiliario y el Presidente. Sobre ellos gravitaba el peso principal y la responsabilidad última de aquella "aventura". En ellos descansaba totalmente la confianza del Obispo. Don Sebastián era la persona de máxima confianza de Mons. Hervàs, y entre otras cosas, el Canciller Secretario del Obispado. Como Consiliario, tenía sin duda mucha influencia en el Consejo Diocesano. En el verano de 1950 es nombrado Consiliario de la Junta Diocesana y Vicedelegado Episcopal en la Acción Católica, y sustituido en la Consiliaría de jóvenes por don Juan Capó, que como ya hemos visto actuó en el primer Cursillo como director espiritual del retiro, y después tendría un papel destacado tanto en la realización práctica como en la dimensión doctrinal del Movimiento de Cursillos, llegando a ser un líder emblemático cuyas virtudes y limitaciones pesarán en la evolución posterior (115).

A Eduardo también se le ha de reconocer un protagonismo especial no sólo como Presidente diocesano, sino también por su singularidad y por el peso específico que tenía. Era un seglar adelantado a su tiempo y una pieza importante en los antecedentes de este primer Cursillo en todos los sentidos.

La incidencia de Mons. Hervàs está en un plano distinto. El alentaba las iniciativas, confiaba en sus colaboradores, mantenía un contacto directo con los dirigentes, ya que durante dos años, todos los viernes, a las 7 de la mañana, el grupo de dirigentes de la juventud de A. C. oía la misa del Prelado y caldeaba su espíritu y formaba su inteligencia escuchando del propio Obispo una explanación de temas formativos (116). En definitiva, se trata de la exuberancia de la vida de la Iglesia que converge a través de unos laicos que se creen y viven su vocación al apostolado, unos sacerdotes entregados al trabajo del Reino, y un Obispo que alienta y dinamiza toda esa vitalidad (117).

D. La "novedad" de los Cursillos.

¿Qué es el Movimiento de Cursillos?

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad es el resultado de una mentalidad nueva, es decir: de "un conjunto de ideas, de actitudes vitales y de opciones pastorales" que surgieron en Mallorca en la década del 40 (118).

Esta mentalidad nueva se gesta en un ambiente concreto, el de una Iglesia local fecunda que a través de sus miembros jóvenes prepara con entusiasmo y profundidad una peregrinación durante casi una década, y dará lugar a un método, que posibilitará un movimiento.

Con respecto al ambiente religioso de la España de los años 40 que hemos descrito en el primer apartado en sus formas religiosas populares y personales, creo que se puede afirmar que los Cursillos de Cristiandad suponen una novedad profunda y transformadora, que intentaremos analizar a continuación.

Creo que la mejor forma de analizar la novedad o novedades que aporta este Movimiento será reproducir las lineas fundamentales del nervio ideológico que incluimos íntegramente como antecedentes ideológicos del Cursillo (119). En líneas fundamentales son la quintaesencia de esta nueva mentalidad. Las iremos enumerando de una en una señalando lo que de novedad suponen en comparación a los criterios reinantes en aquellos momentos.

A) Un concepto triunfal del cristianismo, que es el único exacto y verdadero, como solución integral de todos los problemas humanos, en contraposición con la concepción aburguesada, estática, conformista e inoperante, que de cristiana no tiene sino el nombre que usurpa.

La restauración religiosa total que se ha intentado en España después de la guerra civil, no se ha producido. Muchas personas viven alejadas, y entre los "de dentro", se va pasando del triunfalismo a la apatía. La vivencia cristiana, en general, se va reduciendo a una práctica de cumplimientos, de asegurar la salvación. Es el aburguesamiento y conformismo de los "buenos".

La novedad radica en el concepto triunfal, que no triunfalista del cristianismo. Es decir, una concepción esperanzada, optimista, joven, de futuro. En el ambiente de la España católica oficial, en que todo está asegurado y encasillado, viene a ser como un soplo de aire fresco, como volver a la fuente, sabiendo que ahí está la solución a los problemas de fondo del hombre, y que ahí está el cristianismo verdadero, auténtico, que siempre es esperanzado e inconformista, como el Evangelio.

Este componente triunfal, entusiasta, es típico del primer Cursillo y de cada Cursillo. Es típico del Movimiento que allí se generó. Es lo más opuesto a la beatería y al excesivo cuidado de las formas que impregnaba la época.

B) Una visión dinámica del catolicismo militante, entendiendo el apostolado no como una superabundancia, sino como una exigencia de vida que, lejos de realizarse en una organización burocrática, constituye la vanguardia decidida del Reino de Dios, el fermento vivo y operante de la Iglesia.

Este punto me parece revolucionario para aquellos años. La concepción de apostolado que era común en el ambiente consistía en considerarlo como una especie de superabundancia o supererogación (120). Superabundancia significa abundar mas allá de lo que es necesario. Supererogación es el hecho de hacer más de aquello a lo que se está obligado a hacer. La mayoría del pueblo cristiano vivía un catolicismo pasivo. Los militantes lo vivían más activamente, secundando las indicaciones de la jerarquía y como ejecutores de sus consignas, pero la actividad apostólica se veía como supererogación y superabundancia.

Además del dinamismo resaltado, que supone iniciativa, creatividad y no sólo ir a remolque de las indicaciones jerárquicas, la gran novedad de este punto está en considerar que el apostolado es una exigencia de vida. Es decir, el apostolado es exigencia de la propia vida de cristiano, de miembro de la Iglesia, de bautizado. Creo no exagerar si señalo aquí un precedente de lo que el Vaticano II proclamaría sobre la participación de los seglares en la misión de la Iglesia porque el apostolado de los seglares, que brota de la esencia misma de su vocación cristiana, nunca puede faltar en la Iglesia (121).

C) Un principio de insatisfacción sincero, recto e ilusionado, único punto de partida posible para toda acción eficaz inagotable de múltiples y siempre mejores realizaciones.

E) Un convencimiento profundo de la insuficiencia e inadaptación de ciertos métodos para conseguir el objetivo esencial de toda acción apostólica, convencimiento que, lejos de esterilizarse en lamentaciones o resignarse a la fatalidad de los acontecimientos, impulsaba con creciente interés a la vitalización de todo lo aprovechable y a la búsqueda de nuevos y fecundos horizontes.

En estos dos puntos, que he agrupado por su afinidad, propiamente no hay una novedad en la línea de las ideas. Lo que constatan es el inconformismo respecto a los métodos y la insatisfacción respecto a la realidad presente, que les lleva a buscar, a probar, a experimentar, a perfeccionar,... hasta que al final, hallan.

D) Un conocimiento profundo y exacto de los hombres de hoy, de sus problemas y de su angustia; pero un conocimiento experimental, vivo, sacado no de fórmulas estadísticas o tomado de "manuales sencillos y prácticos", sino aprendido en la vida misma, nacido de la convivencia íntima con la masa que el fermento evangélico debe vivificar.

En los años 40 han predominado en España las formas de religiosidad popular muy de masas (122). Recordemos las misiones populares, consagraciones a los corazones de Jesús y María, el paso de la Virgen de Fátima,... Estas formas, que responden a una religiosidad totalizante, tienen que dar paso a otras formas más personales (123).

Yo definiría la novedad de este punto como una personalización de la vivencia religiosa. No actos masificados, de vivencia superficial y anónima. Búsqueda del conocimiento del hombre concreto, de sus problemas, de su circunstancia vital. Conocimiento extraído de la vida misma, de la convivencia de las personas, y no un conocimiento de despacho (estadístico o de manual barato). En resumen, dos elementos de novedad: apostolado personalizado, y apostolado que se apoya en un conocimiento desde la vida concreta.

F) Una firme convicción de que era totalmente posible que cuantos vivían al margen de lo religioso sintieran la fuerte sacudida de la gracia y que, por más alejados que estuvieran de Cristo, eran capaces de entregarse totalmente a El, siempre que se les presentaran las cosas de Cristo y de su Iglesia tales como son en sí, prescindiendo, si era necesario, de cualesquiera preferencias o criterios personales por más arraigados que estuvieran, y que, en último término, no eran sino aspectos accidentales.

Dos novedades a destacar: en primer lugar, la convicción de que la religión no era cosa de "los de siempre". Los alejados podían tener una experiencia religiosa profunda, sincera y duradera. Si se les propiciaba el encuentro con Jesucristo, cambiarían y se entregarían a él. Si se hace una presentación de Dios y de la Iglesia tal como son en sí, es decir, real, auténtica, por fuerza resultan atractivos. Una presentación gozosa, pascual, motivando no desde el miedo a la condenación eterna y sus penas consiguientes, sino desde el amor infinito de Dios, amor de Padre que ofrece una nueva vida. Presentando a la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo del que todos somos miembros activos.

La segunda novedad está en la forma de presentar el mensaje. La predicación, en general, presentaba una teología abstracta y alejada de la realidad y una moral casuística en exceso. Se trataba de presentar el dogma de un modo más kerigmático, más cercano al oyente, una proclamación pascual, gozosa, directa. Había que buscar una presentación más genuina, más bíblica y profunda y a la vez más sencilla, sin ropajes de escuela ni florituras en el estilo. Buscar una moral más de principios y menos de casos. En definitiva, y en conjunto, presentar la religión como algo positivo (124) que da sentido a la vida, que da plenitud, felicidad y alegría, y no como un pesado fardo que hay que cargar para poderse salvar.

G) La firme esperanza de que, al llevarse a cabo esta experiencia, sucedería lo mismo que en tiempo de Cristo: las samaritanas y los zaqueos se convertirían en los más dinámicos apóstoles del Señor.

Es una consecuencia del encuentro con Cristo. Está en la línea del punto B, es decir, de que todo cristiano está llamado al apostolado. La persona que se encuentra con Cristo y se convierte, descubrirá como exigencia lógica de su vida compartir ese tesoro que ha descubierto comunicándolo a los demás. Descubrirá esa dimensión que arranca de su Bautismo, de su ser Iglesia, y se convertirá en un dinámico apóstol.

El apostolado no es tarea de élites, sino que todo cristiano está llamado a ejercitarlo. Y todo cristiano que en un momento de su vida es consciente de esa llamada -samaritanas y zaqueos- se suele entregar con generosidad y entusiasmo, a menudo más que el cristiano practicante "de toda la vida".

H) Un esfuerzo tenso por encontrar una técnica de realización concreta que, calcada en los procedimientos apostólicos, tuviera en cuenta los problemas personales y las exigencias concretas de cada individuo para solucionarlas de raíz, con una solución que partiera de Cristo y de su gracia aceptados como fuerza y peso que influenciaran toda su vida.

Está en conexión con el punto D. Partiendo del hombre concreto y de sus problemas, de su circunstancia, hay que encontrar una técnica que con sus elementos de psicología, sociología,... allane el camino de la experiencia religiosa personal, del encuentro con Cristo que propiciará una nueva vida, y que orientará su futuro. La solución de raíz es Jesucristo. La "técnica" puede ayudar facilitando la apertura interior, la superación de prejuicios. Todos esos elementos son válidos mientras no se caiga en la manipulación del individuo. Posiblemente tengamos aquí también un punto de novedad al tener en cuenta los ambientes concretos de procedencia, los problemas particulares de cada individuo,... y los elementos que las ciencias citadas podían aportar.

I) La convicción de que la solución era simple, y por simple, universal; por ello debía vivirse en el Cursillo la catolicidad efectiva de la fe al toparse en una misma solución y en un mismo ambiente, aunque lanzadas a distintos horizontes, las diferentes clases y las diferentes culturas.

Esta es una característica típica de los Cursillos de Cristiandad, y de las más definitorias de la nueva mentalidad. La solución a los problemas del hombre que ellos descubren es simple, sencilla, profunda, va al núcleo. Y precisamente por eso, su validez es universal, es decir, vale para todo tipo de personas sin importar la clase social, la capacidad intelectual, la edad (si tiene madurez suficiente), la procedencia. La catolicidad efectiva de la fe es esa universalidad sin barreras. Los problemas profundos del hombre suelen ser comunes, y tratados en el ambiente adecuado encuentran la misma solución.

En personas con las diferencias mencionadas, a las que podemos añadir las de temperamento y de vida de fe (porque en un Cursillo puede coincidir un agnóstico con un practicante de Misa diaria) se produce una experiencia profunda e intensa de concordia y de comunión. El profundizar en el conocimiento de sí mismo, el encontrarse con Jesucristo, el sentirse formando Iglesia con los hermanos produce una unidad, crea unos lazos poderosos que perduran y que permiten la convivencia, la colaboración y el amor mutuo de gran variedad de personas que coinciden precisamente en lo fundamental, y que se enriquecen mútuamente desde la propia vida. Es lo más cercano a la experiencia de comunidad o de familia.