| |
En los últimos años, los diferentes maestros de la Iglesia han hablado mucho
de la Liturgia de las Horas.
Quizá lo más notable, en estos últimos tiempos, la Constitución apostólica
Laudis Canticum de san Pablo VI en ocasión de una nueva edición del nuevo
libro de la Liturgia de las Horas, allá por 1970, haciendo referencia al gran
impulso dado por sus predecesores en el siglo XX, que de alguna manera culmina
en la
Sacrosantum Concilium, del Vaticano II, especialmente en su Capítulo
cuarto, donde habla del Oficio Divino. El mismo Concilio recomienda el rezo del
Oficio a los fieles laicos (Cfr. punto 100). En la constitución Laudis Canticum
dice san Pablo VI: "...Por esto, el rezo de las Horas es propuesto a todos los
fíeles, incluso a aquellos que legalmente no están obligados a él".
También san Juan Pablo II en la
Audiencia general del miércoles 28 de Mrzo de 2001 decía:
1. En la carta apostólica
Novo millennio ineunte expresé el deseo de que la Iglesia se distinga
cada vez más en el "arte de la oración", aprendiéndolo siempre de nuevo de los
labios mismos del divino Maestro (cf. n. 32). Ese compromiso ha de vivirse sobre
todo en la liturgia, fuente y cumbre de la vida eclesial. En esta línea es
importante prestar mayor atención pastoral a la promoción de la Liturgia de
las Horas, como oración de todo el pueblo de Dios (cf. ib., 34). En efecto,
aunque los sacerdotes y los religiosos tienen un mandato preciso de celebrarla,
también a los laicos se les recomienda encarecidamente. Esta fue la intención de
mi venerado predecesor Pablo VI al publicar, hace poco más de treinta años, la
constitución Laudis canticum, en la que establecía el modelo vigente de esta
oración, deseando que "el pueblo de Dios acoja con renovado afecto" (cf. AAS 63
[1971] 532) los salmos y los cánticos, estructura fundamental de la Liturgia de
las Horas.
Es un dato esperanzador que muchos laicos, tanto en las parroquias como en
las agrupaciones eclesiales, hayan aprendido a valorarla. Con todo, sigue siendo
una oración que supone una adecuada formación catequística y bíblica, para
poderla gustar a fondo.
Con esta finalidad comenzamos hoy una serie de
catequesis sobre los salmos y
los cánticos propuestos en la oración matutina de las Laudes. De este modo,
deseo estimular y ayudar a todos a orar con las mismas palabras utilizadas por
Jesús y presentes desde hace milenios en la oración de Israel y en la de la
Iglesia.
Luego esas catequesis las ha continuado Benedicto XIV. Y en la exhortación
Apostólica postsinodal con ocasión del Sínodo sobre la palabra de Dios (2008),
la
Verbum Domini, nos dice
62. Entre las formas de oración que
exaltan la Sagrada Escritura se encuentra sin duda la Liturgia de las
Horas. Los Padres sinodales han afirmado que constituye una «forma
privilegiada de escucha de la Palabra de Dios, porque pone en contacto a los
fieles con la Sagrada Escritura y con la Tradición viva de la Iglesia».[221]
Se ha de recordar ante todo la profunda dignidad teológica y eclesial de
esta oración. En efecto, «en la Liturgia de las Horas, la Iglesia,
desempeñando la función sacerdotal de Cristo, su cabeza, ofrece a Dios sin
interrupción (cf. 1 Ts 5,17) el sacrificio de alabanza, es decir, el
fruto de unos labios que profesan su nombre (cf. Hb 13,15). Esta
oración es “la voz de la misma Esposa que habla al Esposo; más aún: es la
oración de Cristo, con su cuerpo, al Padre”».[222]
A este propósito, el Concilio Vaticano II afirma: «Por eso, todos los que
ejercen esta función, no sólo cumplen el oficio de la Iglesia, sino que
también participan del sumo honor de la Esposa de Cristo, porque, al alabar
a Dios, están ante su trono en nombre de la Madre Iglesia».[223]
En la Liturgia de las Horas, como oración pública de la Iglesia, se
manifiesta el ideal cristiano de santificar todo el día, al compás de la
escucha de la Palabra de Dios y de la recitación de los salmos, de manera
que toda actividad tenga su punto de referencia en la alabanza ofrecida a
Dios.
Quienes por su estado de vida tienen el deber de
recitar la Liturgia de las Horas, vivan con fidelidad este compromiso en
favor de toda la Iglesia. Los obispos, los sacerdotes y los diáconos
aspirantes al sacerdocio, que han recibido de la Iglesia el mandato de
celebrarla, tienen la obligación de recitar cada día todas las Horas.[224]
Por lo que se refiere a la obligatoriedad de esta liturgia en las Iglesias
Orientales Católicas sui iuris se ha de seguir lo indicado en el
derecho propio.[225]
Además, aliento a las comunidades de vida consagrada a que sean ejemplares
en la celebración de la Liturgia de las Horas, de manera que puedan ser un
punto de referencia e inspiración para la vida espiritual y pastoral de toda
la Iglesia.
El Sínodo ha manifestado el deseo de que se difunda
más en el Pueblo de Dios este tipo de oración, especialmente la recitación
de Laudes y Vísperas. Esto hará aumentar en los fieles la familiaridad con
la Palabra de Dios. Se ha de destacar también el valor de la Liturgia de las
Horas prevista en las primeras Vísperas del domingo y de las solemnidades,
especialmente para las Iglesias Orientales católicas. Para ello, recomiendo
que, donde sea posible, las parroquias y las comunidades de vida religiosa
fomenten esta oración con la participación de los fieles.
| |

[ Principal ] [ Mi Vida ] [ Recuerdos ] [ Sitios ] [ Opiniones y gustos ] [ Documentación ]
|