Decía Orígenes que la flor de la Sagrada Escritura es el
Nuevo Testamento, y la flor del Nuevo Testamento es el evangelio de San Juan.
Nosotros decimos que la flor del Evangelio de San Juan es el discurso de la
Santa Cena. Y así, en los capítulos 14, 15 y 16 nos entrega el Evangelio de la alegría. Se intenta
explicar el gozo infinito de Dios, y el destino del hombre al gozo infinito.
Nos va a faltar eternidad para poder gozar tanto gozo.
La paz os dejo, mi paz os doy. (Jn 14,27)
Os he dicho estas cosas para que mi alegría
esté dentro de vosotros, y vuestra
alegría sea completa. (Jn 15,11)
...pero vuestra tristeza se cambiará en
alegría. (Jn 16,20)
Así también vosotros estáis ahora tristes,
pero yo os veré otra vez y vuestro corazón se alegrará, y nadie os quitará ya
vuestra alegría. (Jn 16,22)
Aquella despedida fue una síntesis del mensaje de Jesús.
Jesús, exalta la alegría del segador cuando vuelve a casa. Exalta la alegría
del hombre que encuentra un tesoro. Hasta tal grado es gozo, que vende cuanto
tiene. La alegría del pastor que encuentra la oveja perdida. No dice lo que
tuvo que padecer para encontrarla. Exalta la alegría de la mujer que acaba de
dar a luz, que se olvida de los sufrimientos del parto. Exalta la alegría de
las bodas de Caná. Cuando ya estaban "colocados", les convierte el
agua en vino. Exalta la alegría del padre del hijo pródigo. De tal manera reina
la alegría en aquel encuentro, que el hijo pródigo, no se lo puede creer. La
alegría que hay en los cielos por un pecador que se convierte. La alegría de
los niños que se acercan a Él. Y el cielo es para los niños. La alegría del
joven rico: "y le miró
sonriendo..."
Ya las notas mesiánicas (las profecías) vienen exaltando esa
alegría:
"Anunciará la
salvación a los pobres, a los afligidos el consuelo, la liberación de los
posesos."
La alegría de poder vivir en la paz de Dios, en el gozo de
Dios. Su alegría es ver la acogida de la Palabra. Por eso se queja de que hay
pocos labradores para la mucha mies. Su alegría es la alegría de la conversión,
y contemplar la generosidad de aquella viuda. Alegría porque los pequeños
tienen acceso a los misterios de Dios.
La alegría de Jesús es una alegría misteriosa, inefable.
Su vida está acosada de persecución, angustia y calumnia,
pero Él vive una alegría que nadie podrá arrebatarle: "El Padre me conoce, y yo conozco al Padre." Esa es la
fuente de su gozo.
En la medida que uno es conquistado por Jesús, es
conquistado por la alegría. Cuando los discípulos de Emaús comentaban su
encuentro con Jesús, decían:
"¿No ardían nuestros corazones dentro de
nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las
Escrituras?" (Lc 24,32)
No sólo les ardían los corazones por lo que Cristo les contaba,
sino por el gozo de estar descubriendo la historia del Mesías.
41Y como
ellos no creían aún, de pura alegría y admiración les dijo: "¿Tenéis algo
de comer?" (Lc 24,41)
En la aparición a los once, el encuentro con Cristo
resucitado fue una explosión de alegría. Era demasiado grande aquella visión.
También Pedro en el lago, después de la Resurrección cuando
Juan dijo "es el Maestro",
saltó en paños menores por la alegría. Jesús es la alegría. La alegría
sustancial, eterna, infinita.
La
alegría de María y de los santos, es manifestación de la alegría de Jesús.
"Gaudete in
Domino" nos decía Pablo desde la Prisión. Y desde hace veinte siglos,
esta fuente de alegría no ha dejado de manar en la Iglesia. Es la que explica
la alegría de María: ¡Fiat!. Es el himno
a la obediencia y el himno de la alegría. Es la palabra del verdaderamente
enamorado. Fue un canto de gozo que era decir: Sí, lo que Él quiera, como Él
quiera. Es una abertura total. Sólo quiero transformarme en el amor. Ya se lo
que Dios quiere de mí. ¡Qué gozo hacer todo y solo lo que Dios quiere! Me ha
mirado. He descubierto el abismo del amor infinito. Me ha hablado, me ha dicho
que está enamorado de mí. He encontrado lo que Dios quiere de mí. Ya todo me da
igual: lo único importante, hacer en todo únicamente todo lo que Él quiera y
sólo lo que Él quiera.
Cuando uno ama a María, se contagia de María. Por eso ella
es Causa de nuestra alegría. Ella
vivió como nadie la presencia del Reino de Dios. El Reino de Dios es reino de
Verdad, de la Vida, de Santidad y Gracia, de Justicia y Amor, de Paz.
Nadie más santa que ella. La criatura perfecta: "El Señor está contigo." Llena
de justicia, de fidelidad. Por eso estalla en el Magníficat:
"Mi alma proclama la grandeza de
Dios..."
El cristiano es el hombre que ha descubierto que Dios le
ama. Y con eso basta. Todo lo demás sobra, y aún estorba. Dios me ha dado su
amistad, su benevolencia, su vida. Esto es magnífico, impresionante.
María es un exponente de lo que Dios quiere hacer con
nosotros:
"Desde ahora me felicitarán todas
las generaciones." Los cielos están esperando a que nos abramos a Él
para obrar maravillas en nosotros. Dios me ha llenado de dones. El Todopoderoso
ha hecho obras grandes en mí:
Me ha salvado de la muerte eterna.
Me ha salvado de la desesperación ante la
muerte.
Me ha introducido en la Vida. En su Vida. Voy a ser vida de Dios.
Me ha redimido, y me ha redimido Él mismo.
No quiere sustituciones. El buen pastor no mandó al zagal a buscarme a mí,
oveja perdida.
Ha venido a vivir mi vida para que yo pueda
vivir su vida.
Dios, todo Él, es
mío.
Soy coheredero con Cristo, puesto a nivel del Verbo
encarnado. Todo lo que es de Él, es mío. Todo lo suyo es mío. Soy su
coheredero.
Él es mi gloria, mi consuelo, es mi todo. Él se ha hecho
Padre mío: verdadero Padre. El Espíritu Santo es mi consolador, mi abogado, mi
vida de gracia.
Él obra en mí siempre, de día y de noche, en la calma y en
la tempestad. Y yo puedo amarle sin medida ya ahora.
54Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
55-como lo había prometido a nuestros
padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Cada uno de nosotros es Israel. El amor lleva a la
fidelidad. Dios es la fidelidad, la misericordia. Fiel aunque nosotros seamos
traidores: lo ha prometido. Dios me ha amado y ya siempre me amará. Eso es lo
terrible del infierno: que Dios nos seguirá amando, y no se podrá producir ese
encuentro de amor.
"La fidelidad del Señor es
eterna."
13Si nosotros no le fuésemos fieles, Él
permanecerá fiel, pues no puede negarse a sí mismo. (II Tim 2,13)
No puede dejar de amarnos, es la debilidad de Dios. Cuando
empieza a amar, ama para toda la eternidad.
16Señor, por ti vive mi corazón,
vive mi espíritu;
dame la salud, devuélveme la vida.
17Oh, sí, en salud se cambia mi
amargura:
Tú has salvado mi alma
de la fosa del vacío;
te has echado a las espaldas
todos mis pecados. (Is 38,16-17)
Dios nos dice: "no quiero saber nada de tus pecados,
sólo me importas tú". Realmente,... mi Dios y mi todo.
Él no huye cuando yo caigo y yo me hundo. Una madre no se va
de verbena cuando el hijo está enfermo.
"Cuando tus hijos te pregunten cómo has entrado en la tierra de
Canán, les dirás: Nos sacó el que es Dios de Abraham..."
Lo peor del pecado, no es la transgresión de la ley, sino la
traición al amor de Dios. Eso no tiene perdón, y sin embargo, Él nos perdona.
Decía Pablo VI:
"Después de María, la expresión de la
alegría más pura y ardiente la encontramos allá donde la cruz de Jesús es
abrazada con el más fiel amor: en los mártires."
"Dichosos vosotros cuando sufráis todo
esto por mi causa."
Bienaventurados.
Hay una alegría escondida en:
Podar la viña: la mortificación, la
penitencia.
Estar ante los tribunales por Cristo, por
Dios.
Ser condenado, calumniado, perseguido.
Repetir sus huellas, da un gozo especial. Es algo para
vivir, no para explicar. La alegría es de un manantial que brota de la cepa de
la Cruz.
Decía San Ignacio de Antioquía, yendo hacia el martirio:
"Con gran alegría os escribo, deseando
morir. Mi amor, mis pasiones terrenas, están crucificadas; ya no hay en mí
fuego que haga arder la materia; lo que hay es un murmullo de agua viva que me
dice interiormente: ¡Arriba, ven al Padre!"
Esta alegría nace de una experiencia apasionada de amor: es
gustar apasionadamente de Dios, con amor.
La alegría de los santos.
Decía también San Ignacio de Antioquía:
"A todos, muchísima, perfecta e
irreprochable alegría."
Y en I Pe 1,8
8al cual amáis sin haber visto, en el
cual ahora, sin verlo, creéis y os alegráis con gozo inefable y glorioso.
Y dice el ritual del Bautismo:
"Que siempre te sirva alegre en tu
Iglesia."
Y San Francisco de Asís:
"Llora en tu celda, y cuando vuelvas con
tus hermanos deja tu tristeza."
Para San Francisco, la alegría brota de la pobreza, de la
sencillez y del desprecio vivido y aceptado.
En un himno adicional de Laudes
y Vísperas, leemos
"Ya no temo Señor la tristeza,
Cristo está conmigo,
ya no temo la tristeza."
FIN